- Colaboratorio In(ter)venciones.
- De in(ter)venciones a (con)fabulaciones
- Sistematizar experiencias y teorizar desde la práctica: atravesar la desposesión, expropiación y colonización de la potencia colectiva y el intelecto general de los grupos y sus ecologías.
- (Con)fabular es un modo de crear preguntas y sostener inquietudes comunes ante el abismo
- In(ter)venciones: una ruta provisoria para compartir nuestros problemas
A Suely y a Rossana,quiénes han cultivado la vitalidad, la inquietud y el coraje por la justicia en quiénes seguimos viniendo
Colaboratorio In(ter)venciones.
Durante los meses de marzo y junio del 2024 realizamos un taller gratuito y abierto dedicado a compartir experiencias de vinculación territorial con carácter interventivo e investigativo realizadas en Latinoamérica y especialmente en Chile desde perspectivas situadas e implicadas. El objetivo era intercambiar y sistematizar notas, apuntes, perspectivas en retrospectiva, imágenes, viñetas, memorias resultantes de experiencias de vinculación en territorios, y permitirnos con ellas problematizar los límites disciplinares, políticos, metodológicos y éticos en los que tiende tradicional e históricamente a reducirse la práctica de intervención. Ya sea en el trabajo o servicio social, la educación popular, la pedagogía, la atención psicosocial, la gran variedad de énfasis comunitarios o la tendencial “hermenéutica” sobre las prácticas colectivas que ronda a una emergente academia “sensible” más a la nueva “teoría crítica” que a los problemas comunes. Junto con este objetivo cartográfico y político, nuestro objetivo metodológico era buscar producir artefactos de in(ter)vención que reflexionaran y tendieran a facilitar la implicación con procesos de transformación que busquen persistir, multiplicarse o darse continuidad en un contexto saturado por nuevas expresiones de violencias, precariedad y aislamiento en Latinoamerica.
El taller se inscribió en la emergente plataforma cooperativa chilena llamada Espacio .tierra (Territorios de Investigación Experimental Rítmicas y Artísticas), que tiene como principal objetivo activar procesos de cooperación social entre las organizaciones sociales de carácter autónomo, los proyectos de divulgación y producción de teoría desde la práctica como la editorial Tinta Limón o Editorial Hekht, y centros de investigación académicos implicados en procesos de cooperación social y saberes del sur global, como la red COOPBRASS. El taller consistió en 5 sesiones. Dos de ellas dedicadas a identificar prácticas locales que permitieran elaborar una bitácora analítica provisoria sobre la tarea de realizar procesos de intervención implicados en el contexto chileno. Y tres sesiones de reunión y conversación con investigadores dedicades a la práctica de intervención en contextos latinoamericanos: el colectivo de investigación política argentino Juguetes Perdidos, la artista chilena Leyla Sanchez y la investigadora comunitaria Lilian Paola Ovalle. El taller fue coordinado por les investigadores Patricio Azócar Donoso y Javiera Roa Infante.
De in(ter)venciones a (con)fabulaciones
In(ter)venciones fue elaborado como un analizador. Un concepto que sirve tanto para nombrar como para accionar procesos que relevaran, específicamente, las encrucijadas, las problemáticas, las dificultades, las controversias y los dilemas que constituyen las experiencias y procesos de intervención comunitaria en el contexto actual. Específicamente, los procesos moleculares o micropolíticos que conforman una “intervención comunitaria” y que permiten problematizar la automatización y obviedad con que son capturadas y delimitadas sus potencias, ya sea 1. por el efectivo funcionamiento expropiador del mercado de la intervención social, como 2. por el efectivo funcionamiento colonial de teóricos de sillón con afición a las generalizaciones sobre “el control social”, también denominados, “foucaultianos”. De lo cual liberamos a Foucault de toda responsabilidad.
Podríamos decir que In(ter)venciones es un bastón pragmático y especulativo con el que tanteamos las paradojas, ambivalencias, contradicciones que acompañan de forma orgánica las modalidades laborales o voluntarias, con más o menos compromiso ideológico, de la intervención social. Específicamente, los procesos de vinculación, agenciamiento, asociatividad, complot, reunión y amistad, con las respectivas tensiones, desacuerdos y disquisiciones, enmarcados en procesos que mantienen frágil y dubitativamente “objetivos transformadores” de ciertos contextos y condiciones. Procesos que llamamos de “intervención social” y que refieren a procesos inventivos a través de los que se sostienen preguntas y experiencias diferentes de incomodidad, inquietud o malestar respecto a las condiciones en que se desarrolla la vida común. En resumen, In(ter)venciones es, ante todo, un modo de nombrar ejercicios difusos y contradictorios por hacer prevalecer un deseo colectivo por “vivir de manera más dignamente”, por lo tanto, por reproducir la vida como un problema común en condiciones que tienden a ser de individualización, aislamiento, cansancio, competencia y precarización. En otras palabras, de desposesión, expropiación, (pos)colonialismos y canibalización zombie, tan propios del contexto neoliberal contemporáneo.
En un par de textos anteriores , más académicos, en el sentido que repasábamos con detalles las definiciones teórico-prácticas necesarias para una fundamentación del taller In(ter)venciones, nos buscamos aproximar a las condiciones epistemopolíticas y ontológicas contemporáneas de las cuales surgía la exigencia de nuevos conceptos en la práctica de intervención social. Un traspaso hereditario y ancestral de búsqueda, fortalecimiento y producción de condiciones cooperativas para la teorización desde la práctica que recogemos desde Karl Marx, Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, Paulo Freire, Jesús Ibañez, Suely Rolnik, Rossana Reguillo, Audre Lorde, Bell Hooks, Fred Moten e Stefano Harney, David Vercauteren &Thierry Müller & Olivier «Mouss» Crabbé, Silvia Duschatzky, Colectivo Situaciones, Marta Malo, Oscar Jara y el Colectivo Caracol, entre otres. Pero, también, de las luchas cotidianas con que los territorios, barrios, organizaciones, trabajadores, personas comunes, inventan imágenes, posicionamientos, perspectivas parciales, reflexiones teóricas y prácticas, asi como modalidades cotidianas para avanzar en la tarea de existir dignamente. Esas capas transgeneracionales sobre las que se sostienen preguntas, problemas y atrevimientos, como dijo el Colectivo Juguetes Perdidos, a las condiciones generales de implosión, rendición y agotamiento en que se nos mantiene.
En el siguiente texto, compartimos con ustedes el conjunto de reflexiones, imágenes y viñetas que compartieron todes les integrantes del taller. Aquellas que participaron de manera permanente, pero también a aquellas que se “tomaron el tiempo” alguno de los días para nutrir, acoger y colaborar con este ejercicio cooperativo de reunión e implicación. De in(ter)venciones a (con)fabulaciones, como dijo alguna vez Levi-Strauss sobre el acontecimiento que supuso el trabajo de Marcel Mauss, hay un conjunto de esfuerzos: epistémicos, imaginativos, sociales, psíquicos, técnicos, políticos por nombrar y cruzar las actuales condiciones de desperdigamiento, melancolía y tristeza que toma palco ante el declive de las revueltas en el mundo. Pero, sobretodo, un esfuerzo persistente por ligar la teoría a la práctica y la práctica al derecho que tenemos de teorizar, pensar, imaginar, problematizar, criticar y alterar el actual estado de parálisis y saturación de las categorías con que se piensa el mundo. (Con)fabulaciones busca reconocer que la práctica de reunión amplía las fronteras con que somos capaces de relatar y renarrar nuestras condiciones de vida. Pero también, de impulsar, incentivar, inquietar la imaginación de quiénes han sido abatidos socialmente de la capacidad y, hasta cierto punto, privilegio de hacer mundo.
Sistematizar experiencias y teorizar desde la práctica: atravesar la desposesión, expropiación y colonización de la potencia colectiva y el intelecto general de los grupos y sus ecologías.
El intelecto como facultad a través de la cual podemos discernir las condiciones en las que nos desarrollamos ha estado históricamente en disputa. Desde la antiguedad occidental es que el hecho de poder elaborar conceptos, ideas, abstracciones con la capacidad de ampliar las capacidades del ser humano, más allá de la mera reproducción biológica, fue asociado y nombrado como una facultad política que podían ejercer ciertos cuerpos y no otros. Desde la grecia clásica hasta las últimas expresiones de colonialismo y poscolonialismo, como preservación del mismo principio, es que esa facultad humana es que ha tendido a ser delimitada, inicialmente, como una capacidad formalista, por lo tanto, como un ejercicio que tiene que tender a separar una idea, signo o símbolo de las condiciones que la producen. Y, a su vez, a que ella pueda ser distinguida y jerarquizada respecto a otros símbolos, lenguajes o facultades con la misma u otra capacidad de producir pensamiento y comunicación. A la permanencia de esta inclinación automatizada en la práctica comunitaria de intervención la llamamos en otro trabajo: impronta policial.
Dentro de la tradición terrible del intelecto masculino, esa capacidad de “reducción” individual del esfuerzo del pensamiento, fue tendencialmente delimitada, diferencialmente distribuida y “capacitada” a individuos, grupos sociales, alfabetos y a las traducciones epistemológicas que se harían de ellos: la mente, la razón, lo cognitivo, la conciencia. La facultad del intelecto como facultad de conocimiento primero 1. fue absorbida por protoconstrucciones de masculinidad social que dispusieron el ejercicio del poder político en el interés público y no en el interés íntimo o dónde se desplegaba la reproducción de la vida; 2. en la selección de quién tenía la facultad de dominar el uso y la organización del tiempo libre y quién tendría que mantenerse esclavo del destino; 3. quién podía ejercer el poder soberano de escoger quién tendría la posibilidad de vivir, de quién no; 4. hasta posteriores otras modalidades del uso del pensamiento a través del ejercicio de la masculinidad científica que otorga valor objetividad en “lo teórico” y feminiza la dimensión de “lo práctico”; o, inclusive, 5. la masculinidad social con la cual se escribieron también los grandes manifiestos progresistas de la humanidad, poniendo la facultad revolucionaria de la transformación en la conciencia masculina y en la dimensión estructural y no reproductiva de la vida común.
Sabemos que hoy en día, el principio de lo cognitivo está al servicio de 6. quién demuestra la capacidad intelectual de ponerse al servicio de la autoregulación, la autovalorización financiera y corporativa de sus ideas o, por el contrario, 7. quién renuncia al ejercicio colectivo del pensamiento por buscar no exponerse al conflicto que suscita el denominado capitalismo cognitivo. Punto dónde situamos hoy el desafío y la tarea común de pensar la intervención como ejercicio político de reunión, cooperación, complot e implicación.
En resumen, no caben dudas que el ejercicio limitado y condicionado de lo que se denomina intelecto, del pensamiento, de la razón, de la mente, de la conciencia, de lo cognitivo, todas ellas comprendidas como reducciones operativas de la capacidad colectiva del pensamiento (de la interdependencia entre lo cognitivo y lo sensible, entre lo humano y lo no-humano, entre lo público y lo privado), van a condicionar las maneras de comprender y ejercer la vida política de los grupos y sus formas de vida. O sea, la capacidad y límites de los grupos para desenvolverse y transformar el destino de sus respectivas trayectorias de vida. Hasta el colapso neoliberal del modelo moderno iluminista y facultativo que lo fecundó y que cursa en la actualidad, que supone una reducción meramente administrativa e individual de la capacidad transformadora y política del pensamiento, es que el ejercicio de pensar tiende a quedar desierto, desposeído, miserabilizado, expropiado de una capacidad concreta: la capacidad de teorizar desde sus experiencias vitales; la capacidad de experimentar el mundo a partir de una comprensión efectiva de las interdependencias que nos mantienen con vida en la tierra; pero, sobretodo, las relaciones entre diferentes especies que hacen posible que nuestros cuerpos puedan interactuar, sentir e inventar nuevas imágenes de futuro.
Cuando situamos nuestro taller en la larga trayectoria de traspasos ancestrales que han disputado la interacción entre teoría y práctica, buscamos reivindicar el caracter político que reclama todo ejercicio colectivo por otorgarse conceptos, categorías y prácticas para nombrar de manera más honesta y en primera persona sus propios contextos. Sólo así podemos reconstruir una historia efectiva, corporizada y empírica de la potencia política que han ejercido según sus propios contextos históricos los sindicatos, las organizaciones sociales, las comunidades científicas, las fraternidades, las tribus, los partidos políticos, las bandas, las universidades, los núcleos. La capacidad de colectivamente atravesar sus respectivas atmósferas de incertidumbre, de confusión, de debilidad, de amenaza, de riesgo, de impropiedad. De acuerdo con nuestra ancestralidad, la capacidad colectiva de pactar alianzas con los distintos espectros que sostienen nuestras historias de lucha y reivindicación para reclamar fuera de la determinación de cualquier presentismo histórico, imágenes comunes entre pasados, presentes y futuros para ejercer el derecho de nuestros muertos, quiénes persisten y quiénes llegan a esa materia aún por experimentar que definimos como dignidad.
Sistematizar para nosotrxs no tiene que ver sólo con la capacidad de organizar y clasificar información. Tiene que ver con disponer de la experiencia colectiva y en primera persona para cartografiar los métodos, las trayectorias y aprendizajes, los “segundeos” in situ, desfasados o a larga data, que nos permiten atravesar las largas cadenas de miserabilización, de debilitamiento, de desposesión, de aislamiento, con los que se nos ha buscado arrebatar el ejercicio del pensamiento históricamente. Como dijeron los zapatistas y toda una larga trayectoria de pueblos cimarrones, fugados de los ingenios esclavistas, las industrias pacificadas, las escuelas disciplinarias, las familias masculinizadas, las universidades feudalizadas, las ciudades hacendadas: teorizar desde la práctica, pensar a través de la acción, contradecir con otras palabras e imágenes que las que usan los explotadores, atravesar la larga noche del colonialismo, siempre ha sido un ejercicio de sistematización y transmisión de experiencias. Como muy bien han compartido los pueblos amerindios en su extensa persistencia y resistencia a la aniquilación, pensar con otres, crear con otres, ser con otres, es un modo mantener la unidad entre cuerpo y espíritu, entre cuerpo y alma, ante el miedo y el efecto de disociación que puede tender a suscitar la violencia colonial.
Sistematizar es un modo popular, plebeyo y cimarrón de sostener colectivamente la mirada, la escucha, la atención y el aguante, por lo pronto, el pensamiento, ante las máquinas de devastación y explotación sin disociarnos, sin separarnos, sin aislarnos, sin antagonizarnos entre nosotres. Sistematizar es otorgarnos las condiciones colectivas para sustentar ejercicios transfronterizos, en distintas escalas y niveles de la lucha, por la reproducción de la vida, de la cooperación, del complot y la fabulación. Como señalamos con el Colaboratorio In(ter)venciones en el siguiente capítulo: sistematizar es un ejercicio colectivo de sostenibilidad del ánimo, el deseo y la cooperación, es un ejercicio colectivo por (con)fabular nuevos relatos de lo común, tejer potenciales imágenes de por venir para quiénes fueron, están siendo y están viniendo a lo que aún nos queda de mundo.
In(ter)venciones: una ruta provisoria para compartir nuestros problemas
En español la posibilidad de marcar un énfasis en la palabra <<problema>> es más dificil que en inglés, para la cual hay, por lo menos, tres: problem, issue, trouble. Cómo vieramos en la importante ruta política y epistémica que desarrolló Donna Haraway en su libro “Staying with a trouble” o “Seguir con el Problema”, la noción de problema conlleva una singular característica. Supone un desafío, una interrupción, una fractura, un cambio de ritmo que produce en la memoria de los cuerpos dos efectos comprendidos históricamente, dada la impronta policial/colonial/masculina con que se ha definido el intelecto y su capacidad epistémica, como antagónicos: por un lado, dolor y, por otro, alegría. Así es como las memorias resultantes de eventos disruptivos en nuestras trayectorias de vida se batirán entre ellos, constituyendo así las técnicas, los métodos, los modos a través de los cuales buscaremos persistir y lidiar con ellos durante nuestras vidas.
Siguiendo el argumento de Haraway, por un lado, habríamos desarrollado la tendencia a buscar “resolver” los problemas. A anteponer la “alegría” al “dolor”. Tendencia inevitable dada la larga trayectoria de violencias a las cuales somos expuestos diferencialmente, imponiéndosenos también mandatos morales de normalización, como lo ha sido el de la “moderación” o, actualmente, el mandato moral de “resiliencia”. No obstante, la autora logra demostrar que esos problemas tienden a excedernos, por consiguiente, no alcanzan a ser “resueltos” sino que puestos en común, recogidos y heredados, de forma permanente. Podríamos decir, son sostenidos en el tiempo, exigiéndonos atención, sensibilidad, observación, escucha, entre otras artes colectivas y transgeneracionales, por lo tanto, no son elaboradas jamás individualmente. A estas alturas, el problema evidencia antes que un “trauma” o un “evento cronológico” los esfuerzos colectivos que entroncan, simultáneamente, dolor y alegría en un ejercicio ancestral y hereditario por elaborar nuevas preguntas, tanto para quiénes fueron afectados directamente por el acontecimiento, quiénes fueron testigos de su formación, asi como a quiénes se heredarán sus efectos.
Asi es como para organizar nuestro taller recogemos de la palabra problema antes que su “urgencia”, su “procedencia”, antes que su “resolución”, las modalidades conque transgeneracionalmente compartimos una “preocupación”, una “atención”, un “interés” por un problema que, no necesariamente, nos fue legado por transmisión directa, no obstante, en torno a él elaboramos una posición en el mundo, una preocupación. Siguiendo a Isabelle Stengers, es que el taller in(ter)venciones debería curtir las condiciones para reconocer cómo en la elaboración de una práctica de intervención, en el ejercicio inventivo que lo dota de singularidad, de diferencia, es que de manera colectiva, transgeneracional, inclusive, entre territorios diferentes, se curten preocupaciones [concerns] comunes: modos de disponer nuestra existencia en función de un interés, una inquietud, una pregunta insospechada por el otro, que nos pasa por el cuerpo y nos sitúa ante un contexto y su profunda historicidad a partir de un conjunto de técnicas y estéticas para la transformación social. A partir de este rodeo que distinguimos en nuestras propias trayectorias de intervención es que elaboramos dos preguntas ruta para la planificación del taller ¿Cómo sostenemos las inquietudes, los afectos, las curiosidades, los malestares en torno a los cuáles nos reunimos con otres y otras en el ejercicio polémico, tenso y disensual que supone una intervención social en un territorio y contexto determinado?¿Que procedimientos y condiciones ponemos a disposición de nuestras experiencias de inquietud, afectación, curiosidad y malestar para convertir nuestros vínculos con otres en preguntas de intervención e investigación?
A continuación pueden observar las fechas, la preguntas y descriptores, asi como acceder al registro audiovisual de cada una de las sesiones del taller. Cada sesión supone un punto de conexión en el ejercicio rítmico de sostener preguntas de intervención/investigación dinámicas.
Fecha | Sesión | Enlace |
27 de Marzo 2024 | Primera sesión Nuestras prácticas y dimensiones del fenómeno social de in(ter)vención | https://youtu.be/GhR0U2TejaI?si=UEIQOW0bNcnVkrNg |
¿Cómo reciben les participantes la invitación que supone in(ter)venciones? ¿Pueden hablar nuestros artefactos y técnicas, nuestros paisajes sociotécnicos y sus ecologías, desde y hacia la “práctica in(ter)ventiva”? ¿Qué son capaces de decir ellos de los territorios y de los procesos de transformación que allí ocurren y en los que nos vemos implicadxs? | ||
13 de Abril 2024 | Segunda sesión Lo metodológico, lo ético y lo político. | https://youtu.be/75UYjNppSQ8?si=hWjmqKTwwcJQxZi6 |
¿Cuáles son las potencialidades y límites que tiene la imaginaciónmetodológica en la práctica de in(ter)vención? ¿Sobre qué porosidades y relieves se ejecuta y despliega la práctica in(ter)ventiva? ¿Sobre qué Intersecciones, encrucijadas o fronteras se torna pensable y posible? ¿Cómo nos interroga y percibimos lo ético, lo político y lo metodológico en nuestras experiencias y durante las afinidades? | ||
4 de Mayo 2024 | Tercera sesión Cartografías sensibles y mutación perceptiva de los nuevos barrios. Encuentro con colectivo Juguetes perdidos-Argentina | https://youtu.be/MNlOKi-z78s?si=aHn7AaCeOE0J2r-h |
¿Viene cambiando la realidad de lo social durante los últimos años?¿Cómo comprendemos esa “realidad”?¿Qué quiere decir paranosotres “lo social” hoy en día? Desde sus anotaciones, cuadernitos de campo, recuerdos y memorias, ¿cómo perciben los cambios?¿Cómo los cambios mutan nuestra percepción de los territorios?¿Cómo escribimos o dejamos registro de nuestros procesos y la percepción de las alteraciones y mutaciones que ocurren? | ||
25 de Mayo 2024 | Cuarta sesión Hacer equipo con fuerzas no humanas. Conversación con la artista Leyla Sánchez | https://youtu.be/DvxU3abJdJI?si=Nl8HewyjGaqKs7ls |
“Con-fabulaciones: sistematizar supone mirar para atrás imaginandoel después”. Una práctica de in(ter)vención es un proceso de encuentro, confluencia y confabulación. En otras palabras, se reúnen fuerzas, se encuentran trayectorias y se inventan imágenes con capacidad de cambiar o alterar historias. ¿Cómo distinguimos a quiénes allí se congregan? ¿En qué temporalidades lo hacemos? ¿cuál es el tiempo de las transformaciones? ¿cómo se tensionan estas temporalidades en los procesos de trabajo? ¿Cómo ocurren esos encuentros? ¿Qué narrativas re-existenciarias hacen posibles? | ||
7 de Junio 2024 | Quinta sesión Investigadora dedicada al trabajo con organizaciones víctimas de violencia estatal y para-estatal en México.Conversación con Lilian Paola Ovalle. | https://youtu.be/KhKjzJejRDA?si=FjKRc33sqPgUo3XK |
Las violencias hacen parte de nuestras prácticas. En ellas, con ellas y contra ellas es que el vínculo in(ter)ventivo adquiere su potencia, singularidad y profundidad, ¿Cómo lidian los territorios implicados en prácticas de in(ter)vención con las violencias actuales?¿Cómo nombrar las violencias y no perder la memoria ante su brutalidad? |
(Con)fabular es un modo de crear preguntas y sostener inquietudes comunes ante el abismo.
Voluptuosidad.
Las sesiones supusieron jornadas de conversación, diálogo y montajes creativos que permitieran compartir experiencias difusas. Difusas, no porque sean desordenadas. Sino, porque una experiencia sólo puede llegar a ser conocida a partir de afirmar su condición “grisácea”, “difusa”, “borrosa”. Qué quiere decir eso, que una experiencia de intervención es siempre una interacción simultánea entre deseos, contextos y voluptuosidades. Entre experiencias simultáneas de dolor, alegría, dificultad, gratitud, incerteza, confusión. Qué queremos decir con “voluptuosidad”: que toda experiencia de intervención supone un conjunto de situaciones que tienden a exceder las coordenadas, certezas provisorias, ejes, planificaciones y preguntas que las dotaron de posibilidad y ritmo. Toda experiencia de intervención excede sus propios límite Como señalamos con el equipo, siguiendo a Rossana Reguillo, una experiencia abismal.
En ese sentido, la disposición de los grupos no puede tender a someter la experiencia a un orden, sino a distinguir las fuerzas que se congregan en ella, los modos en que interactúan entre sí, a percibir los cajones o “catejones” en los que pueden llegar a “atraparse” sus trayectorias y relaciones, asi como el conjunto de técnicas, atenciones, guiños, que permitan volver a liberarlas sin hacerlas perder su curiosidad explorativa. Una experiencia de intervención supone la capacidad sociotécnica y ecológica de un grupo para no sucumbir ante las encrucijadas que la dotan de justificación: darle lugar al encuentro, navegarle, compartirle, hacer y deshacer sus rutas de navegación, darle un declive a la intensidad o cierre temporal, ajustarle un después. En otras palabras, que pueda quedar disponible para quiénes quieran venir al día siguiente.
“la resistencia no reducida a la idealización de las grandes hazañas, sino que la inconmensurable dimensionalidad de las resistencias cotidianas. Ello requiere de tiempos, espacios y contenedores sociales que favorezcan el “hacerle cara” al conflicto, acogerlo, darle espacio para desde ahí fabricar herramientas colectivas que potencien su resolución”.
“inventar estrategias y métodos para hacer lugar; acoger, alojar y escuchar experiencias y relatos que allí viven; y una práctica de activación de situaciones y experiencias imprevistas capaces de llamar la atención y de sembrar curiosidad”.
“La intervención con nuestros paréntesis, en tanto, manera de habitar es un modo de construir vínculo y, como tal, preguntas comunes”.
Sostener una encrucijada.
Una experiencia de intervención conlleva la tarea de sostener una encrucijada: demanda atención, energía, tiempo. Exige todo lo que exige una decisión. Marca un tiempo, acompasa un ritmo: un antes, un ahora, un después, una duración. En ella vamos tomando decisiones para que una situación pueda tomar lugar. Con algunas cosas nos quedamos, otras las vamos atesorando para después, por lo pronto también sabemos que otras irán quedando atrás. Una experiencia de intervención está dentro de una economía política de los usos: algunas cosas van a costar anímicamente, temporalmente, socialmente. Otras van a costar más que otras y a todes de manera diferente. No obstante, en función de cómo organizamos la cooperación entre los integrantes de los grupos es que recogemos mayor o menor vitalidad en la experiencia de intervención.
La vitalidad de los grupos permite sospesar cuantitativa y cualitativamente una experiencia de in(ter)vención. Su vitalidad va depender de la memoria de los grupos, por lo que se tornan fundamentales sus dispositivos mnemotécnicos. Cómo vamos a registrar, recordar, aprender es de lo que depende el hecho de disminuir la exposición de los grupos a situaciones, impasses, problemas que les cuesten su propia trayectoria. Recordar va a suponer un cuidado: el cuidado de no tener que volver a exponer a nuestros grupos a las mismas intensidades, a los mismos problemas, a los mismos dilemas. Sobretodo si estas intensidades amenazan el porvenir del grupo. El porvenir de aquello que nos reunió: nuestros objetivos provisorios. Recordar, en el ejercicio de intervención, es un modo de sincronizar ritmos en un ejercicio cooperativo por darnos tiempo y cuidarnos. Como nos recuerda Eduardo Galeano, “recordar es volver a pasar por el corazón”. Permite distinguir la intensidad vital de un cuerpo que está alojado e interdependiente de su colectivo.
“Inventar es un modo de habitar, por lo tanto, es una manera con que quedo abierta a que pasen cosas por mi”
“comprender la intervención como vincular, como hábito, como hacer del cotidiano que transforma en el mismo ejercicio mis modos de habitar”
“En la activación de la escucha como un problema en sí mismo aparece una pregunta singular, la pregunta por lo colectivo. Es decir activar aquello que me resuena del quehacer del otra/o, activa la memoria de mis deseos: “la memoria de las ancestras” una práctica que fractura la subjetivación individualizante y nos entrega la pregunta por: ¿Cómo sostener los deseos en el monstruoso capitalismo salvaje? siendo esa la pregunta que me entrega mi recuerdo de nuestro primer encuentro.”
Activación sensible ante el abismo
Por un lado, la experiencia de in(ter)vención supone navegar colectivamente la incertidumbre que conlleva toda experiencia de convivencia la cual, a su vez, tiene objetivos de transformación de un contexto. En el ejercicio de vinculación se disipa la frontera entre “interventores” e “intervenidos” manteniendo visibles las diferencias con que nos exponemos diferencialmente al contexto, no obstante conectades. En ese sentido, la experiencia de in(ter)vención no sólo exige un “diagnóstico del problema”. Demanda una cartografía cooperativa sobre el régimen de violencias en torno a la cual nos reunimos como grupo. Comprendemos que las violencias no están “fuera de nuestro alcance”. Por el contrario, en ellas y a partir de ellas nos contituimos como grupo. En la dimensión socializadora del regimen de violencias una experiencia de in(ter)vención se constituye como ejercicio colectivo de desactivación, cuidado, complot y “conjuración” del régimen de violencias. No sólo diagnostica el problema: afirma el problema como territorio común. Los devenires, las acciones, los procedimientos, las técnicas, las sesiones, las reuniones evidencian ejercicios colectivos de desactivación de las narrativas de violencias sobre los cuales nos constituimos.
Una experiencia de intervención nos sostiene entre el vértigo de todo ejercicio de convivencia entre diferencias y un régimen de violencias que nos expone diferencialmente a la precariedad y a la desposesión. Como señala Athenea Athanasious y Judith Butler, la desposesión es la experiencia común del presente y ante la cual confirmamos que sólo nos tenemos a todes: la red de interdependencias y cooperaciones que vamos siendo en nuestra vida cotidiana y más allá. De algún modo, nuestra experiencia común no termina en el barrio, en la familia o en la amistad, como le gusta plantear al insurreccionalismo privilegiado de estado de bienestar europeo, así como tampoco en el Estado, en el trabajo o en el mercado. Sin embargo, las comprende todas. La interdependencia y cooperación es la condición sobre la cual vivimos, no obstante, ella yace sujeta a un régimen de acumulación de poder y violencias; asi como a un régimen microscópico de competencias y diferenciación terrible. Como señala el filósofo brasilero Rodrigo Nunes, las interdependencias, la cooperación y sus ecologías tienden a quedar sujetas a la acumulación de poder del Estado o al régimen terrible de diferenciación y competencias del mercado. En ese sentido, toda experiencia de in(ter)vención es una experiencia de diferenciación cooperativa con la capacidad efectiva de disminuir la acumulación de poder y de conjurar las diferencias terribles entre quiénes participan de ella.
La práctica de in(ter)vención puede ser comunitaria, laboral, voluntaria, militante, y todas juntas a la vez. En todas ellas nuestra sensibilidad, la capacidad colectiva de pensar a ras de las memorias, sentidos, emociones que nos tocan el cuerpo junto con las de otres, es el centro gravitatorio de la práctica grupal. En algunas la sensibilidad del grupo puede estar más expuesta a los límites de la precariedad laboral. En otras, a las presiones morales de toda economía ideológica. En muchas se trata de que la economía moral e ideológica busque sustentar nuestro entusiasmo en medio de un terrible régimen de autoexplotación o, a su vez, de precariedad laboral. Sin embargo, todes sabemos que la triste dispersión y precariedad de los procesos autónomos y autogestionados, de su dificil persistencia, es porque sigue reproduciendo al infinito el antagonismo entre “vida pública” y “vida privada”, entre “esfera de la producción” y “esfera de la reproducción”. Una experiencia de in(ter)vención dispone la reproducción de la vitalidad de las interdependencias como principio ético y pragmático. Piensa conectado a la sensibilidad: a la capacidad de pensar, actuar, intensificar y multiplicar sus propias posibilidades de transformación. Que el grupo disminuya la autoexplotación, asi también, las violencias propias de la precariedad laboral.
“aquellas organizaciones que apelan por el cambio son estigmatizadas por el territorio y por otras organizaciones (aún más por el Estado y sus dispositivos de incentivo económico) De ahí que la precarización laboral, la precarización de la intervención misma se enmarca en la intervención social comprendida bajo la concepción de proyectos cortoplacistas que conciben la rotación (profesional, de territorios, de personas) como parte estructural de su quehacer. Y en donde se evalua permanentemente al “sujeto de intervención” bajo lógicas morales de padecimiento (no solo hay que ser pobre, sino que hay que parecerlo a los ojos del estado y sus interventores)”
“Una cosa son los narcos, pero también otras manifestaciones. Por ejemplo, los autos… Los autos, los cables, aparte de los narcos. Y no es excluyente uno del otro. Por el contrario, cómo los integramos y entendemos que entre ellos se establecen series y conexiones”
“¿Es lo territorial un modo de nombrar cómo se integran y tejen redes entre exposiciones, violencias y experiencias?”
Territorios anímicos.
Territorio le llamamos a la experiencia de activación sensible que propicia toda experiencia de in(ter)vención. Territorio es lo que se hace pensable y vivible, pero también lo que permite sostener el abismo neoliberal. Evidencia límites y, en ellas, infinitas potencialidades. Hacemos territorio en nuestras salas de clase: excedemos la institución escuela, propiciamos afinidades, deseos e imágenes que exceden el aula hacia adentro. No es necesario muchas veces salir de esos muros para integrar los mundos que le habitan y multiplicar sus realidades posibles. Podemos hablar de los muros de las escuelas, los muros de las ONGs, los muros de nuestros barrios, los muros de las prisiones, los muros de Palestina que se torna el mundo, como territorios en los que se baten y cultivan temporalidades e imágenes de porvenir en disputa. Territorio, como dice nuestra compañera Javiera, es dónde los niños tienden a saber que su futuro es ser “ladrón”, “soldado” o “narcotraficante”, pero a la vez, dónde la cooperación y su capacidad inventiva buscan cultivar otras trayectorias e imágenes posibles. Los muros guardan límites, pero también, memorias con la capacidad de cultivar otros futuros posibles.
Activación sensible es la capacidad de percibir las atmósferas anímicas que mantienen los territorios y los grupos. Por lo tanto, de pensar lo que los dota de vida, pero también aquello que absorbe sus esfuerzos y vigor a la hora de hacer aparecer nuevas imágenes, nuevas preguntas y especular nuevas trayectorias: 1. “les come la mente”; 2. “¿Cómo te ves tú en el futuro?: no me veo”; 3. “¿pa qué pensar si quedai atrapao?”. La activación sensible es el conjunto de situaciones que hacen posible integrar cuotas de curiosidad, suspicacia, interés y sospecha a la repetición, banalización y automatización en el diario vivir. Como surge de la conversación con el Colectivo Juguetes Perdidos:
- La capacidad de volver atrás. “De ir hacia adelante e ir hacia atrás”.
- Ensayar maneras de escuchar.
- Trabajar con las creaciones populares y cotidianas.
- Habitar la contradicción y la ambivalencia como un lugar legítimo.
- Resguardar las expectativas: “meterle mucha expectativa a cosas que son laburo y que no estábamos esperando a que funcionen”
- Hacer preguntas que desafíen la obviedad “¿los del consumo problemático eran sólo los jóvenes?”
- Lidiar con la precariedad y habitarla.
- Salir del deber-ser con que se condiciona la presencia de sujetos y la aparición de ciertos problemas.
- desafiar la moralización afectiva con que se percibe el territorio o el barrio.
- El desfasaje con respecto a las experiencias. (Temporalidad de la intervención
“Cada territorio tienen un color”
La experiencia de Leyla Sanchez nos conduce a una pregunta por la capacidad perceptiva de los grupos para trabajar, integrar, asociar, conectar con la dimensión de lo no humano de los territorios: los espectros de las memorias territoriales; las temporalidades de los territorios; la profundidad de lo más inmediato. Percibir la dimensión anímica de un territorio es sumergir la experiencia de los grupos en las potencialidades infinitas de lo que ha perdido con el tiempo su capacidad de sorpresa. “Todos los territorios tienen un color”: lo podemos encontrar en la tierra, en sus árboles, en la textura de sus muros, arquitecturas y en la profundidad de sus geografías. Pintar con la tierra de los territorios es una técnica ancestral que exige a las nuevas generaciones: “cambios de temporalidad”. Confirmar que para pensar variaciones en el presente es inevitable el hecho de tener que aproximarnos a conocer y experimentar las capas del pasado: las técnicas con que nuestros antepasados hicieron territorio donde hoy estamos. Capas que hayamos en los sedimentos de calles, muros, juegos, historias, anécdotas: en el color de la tierra.
In(ter)vención es un modo de observación y recolección de los sedimentos y las capas históricas que interactúan de manera simultánea en la vida cotidiana de un territorio. 1. Recolectar imágenes de la interacción simultánea entre pasado, presente y futuro; 2. Recolectar extractos de materia orgánica; 3. Recolectar colores; 4. Recoletar relatos, son modos concretos de vincular temporalidades, maneras de hacer-sentir-asombrarnos. Como señala Leyla, recolectar no extraer. Recolectar supone un resguardo ético que permite “no llevarnos más de lo que necesitamos”. Y lo que necesitamos, es lo que le permite a un grupo y a un proceso intensificar y revitalizar las diferentes escenas, temporalidades y ritmos que componen las ecologías de un barrio, de una escuela, de una institución.
Como se reflexiona junto a Leyla, el método para recolectar y vincular con las temporalidades de un territorio son:
1. Las reuniones con una comunidad no producen el efecto de la “sobreintervención”: no roban tiempo, saturan o copan. Así como una “mateada”: “da tiempo”.
2. Debemos aprender el arte de las miradas: cómo miramos, cómo nos miran, cómo “devolvemos una mirada”.
3. No se trata de romantizar la naturaleza, que supondría que para trabajar con ella habría que salir del barrio o de la ciudad. Se trata de observar cómo en el medio de la ciudad la naturaleza compone territorio, se hace parte, y las modalidades con que ella aparece habla mucho del territorio que tenemos o que queremos.
“Cuidar es sanar. Sanar es la ley de la vida”
Las prácticas de in(ter)vención son prácticas de acompañamiento en las que nos involucramos en primera persona. En el ejercicio de acompañamiento sostenemos juntes las marcas, los efectos e impactos encarnados de las violencias en los cuerpos, pero también en las maneras de convivir, de reproducirnos, de recordarnos. Así como nos desafiamos a disminuir los niveles diferenciados de exposición a las violencias y sus leyes reproductivas es que inevitablemente hacemos carne sus impactos. Las violencias nos quitan la voz, la paciencia, la capacidad de atender y, en su defecto, de accionar. Como nos enseña el ejercicio in(ter)ventivo de Lilian Paola, “la ley del monte”, la ley de las violencias excepcionales desatadas sistemáticamente sobre las comunidades, nos quitan la capacidad colectiva de recordar y nombrar cómo hacemos diariamente para recuperar la preocupación por la vida. Como a Lilian le enseñaron las comunidades, ante la “Ley del Monte” debemos custodiar la posibilidad de reproducir la “Ley de la vida”.
In(ter)venciones son ejercicios narrativos preocupados por rastrear los impulsos vitales con que las comunidades, los grupos y les violentades recuperan la preocupación por cultivar la vida, el cuidado, la salud y el bienestar. Cuidar no es sólo disminuir la exposición a las violencias y su reproducción. Es acompañar procesos de “sanación”, dónde la parálisis, el silenciamiento, el olvido traumático, son atendidos, escuchados, acogidos para darse lugar, tiempo y escritura. Para convertir en relato, figuración, imágenes las experiencias inenarrables con que ciertos grupos han sido desposeídos de la capacidad de contar su propia historia. In(ter)venir es hacer posible darle lugar a la vida dónde la muerte organiza nuestra propia reproducción. Como aprendimos junto con Lilian Paola, intervenir es también aprender a compartir las violencias que son compartidas en el ejercicio colectivo de cuidado. Cuidar es también compartir violencias y, en ese sentido, albergar parte de la impotencia que les es sometida a nuestras y nuestros compañerxs. Como avistamos durante el comienzo de nuestro taller, no tenemos otro lugar para las prácticas de in(ter)vención que no sea el de las violencias, por lo tanto, desactivarlas es también atender en todes los impactos de su reproducción. “Llevarse las violencias para la casa” es inevitable en el ejercicio de in(ter)vención, sobretodo, cuando esta se despliega como práctica de cuidado y desactivación de su ley. Por lo tanto, no hay “cuidado” sin disponer técnicas y procedimientos de problematización, atención y sanación de la inevitable condición de incertidumbre, traspaso y reproducción de las violencias que nos constituyen.
10 notas para una práctica de in(ter)vención y (con)fabulación:
- Sistematizar es una práctica de memoria. Recordar es un proceso de reapropiación efectiva de la capacidad colectiva de pensar, nombrar y teorizar desde la práctica.
- Teorizar desde la práctica es un ejercicio inventivo de procedimientos para desactivar en la vida cotidiana de los territorios los procesos de desposesión, expropiación y colonización de la capacidad de pensar, asombrarse e inquietarse.
- In(ter)vención es una manera de nombrar a través de procedimientos y prácticas concretas las paradojas, incertidumbres, contradicciones, confusiones e incertidumbres propias de cualquier proceso colectivo. Sobretodo, en contextos diferenciales de exposición a las violencias.
- In(ter)venir es propiciar condiciones para “hacer venir” imágenes, palabras, relatos, cuando los cuerpos confirman ya no tener tiempo, energía, ánimo y salud para imaginar futuros.
- Intervenir es investigar; investigar es observar, pero también implicarse. Implicarse en un ejercicio de in(ter)vención es hacer pasar las temporalidades y ritmos de los territorios por los cuerpos de les implicades.
- Intervenir e investigar es un modo de recolectar para reproducir y multiplicar las formas de vida que coexisten en un territorio.
- In(ter)venir, como ejercicio colectivo de investigación implicada, es dar lugar a modalidades concretas de cuidado. Cuidado es permitirnos sostener problemas, tensiones, diferencias, en un ejercicio permanente de desactivación y disminución de las violencias a partir de las cuales nos constituimos.
- Un territorio es un límite y, a su vez, su excedencia. Una práctica de in(ter)vención habita y permite las condiciones para compartir con otres esa zona liminal, incierta y arriesgada que representa un límite y su voluptuosidad al mismo tiempo. Una práctica de in(ter)vención es, por lo tanto, la capacidad de afirmar un conjunto de posibilidades, pero también de cultivar imposibles: trayectorias imprevistas, inimaginables, a veces, intolerables.
- In(ter)venir es “hacer equipo” con fuerzas espectrales, temporalidades simultáneas, materias orgánicas e inorgánicas, formas de lo viviente que no necesariamente son humanas: árboles, tierra, objetos cotidianos, anécdotas, animales, alimentos.
- In(ter)venciones es, ante todo, un conjunto de relatos que animan y socializan medios teórico-prácticos para que la teoría vuelva a los procesos de cooperación social. Procesos que históricamente y desde la práctica han dotado a la imaginación política de los grupos explotados, subalternos, postergados, plebeyos, de la vitalidad y riqueza colectiva suficiente para persistir ante el abismo.
Bibliografía.
Ovalle, Liliana Paola, y Alfonso Díaz Tovar. RECO. Arte comunitario en un lugar de memoria. 1a ed. México: UABC-INSTITUTO DE INVESTIGACIONES CULTURALES-MUSEO, 2016. https://www.academia.edu/32622969/RECO_digital_pdf.
Ovalle, Liliana Paola, Sanar la tierra. Animación Experimental, Documental. #MICGénero2024, 2024. https://micgenero.com/tour-2024/sanar-la-tierra/.
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