Ludoteca en la Población Los Nogales, 2018

Tres hebras para hilar in(ter)venciones. Un lugar de reunión e imaginación colectiva en torno a la intervención social implicada


Durante las últimas décadas la intervención social ha adquirido una singular y polémica atención epistémica en Chile. A partir de ella, el debate sobre las potencialidades y límites de los estudios transdisciplinares ha dimensionado desafíos y problemáticas que intersectan interrogantes éticas, políticas y estéticas en una pregunta por la condición del saber en el contexto de la universidad neoliberal. El objetivo de este trabajo es elaborar las encrucijadas y posicionamientos epistemopolíticos que justifcan la elaboración de la plataforma de intercambio y experimentación de saberes desde la práctica In(ter) venciones asociada al proyecto COOPBRASS. Mediante tres hebras argumentales, buscamos enfatizar en la urgencia y relevancia de ponderar una heurística de las prácticas sociales de intervención ligada a los procesos de refexividad teórico-metodológicas que conllevan, enfatizando en las potencialidades estéticas, éticas y políticas con las que las intervenciones se baten hoy, entre una función normativa y policial, y una función existencial de cuidados.

  • Pensar fronterizo
  • «Trabajar en los entres»: In(ter)venciones
  • De la crisis de lo social a su implosión
  • Entrenar la «perso»: Elongar la imaginación y propiciar otras temporalidades 
  • Conclusiones

Pensar fronterizo

Los estudios multi e interdisciplinares se han convertido en el horizonte programático de universidades y centros de investigación durante los últimos veinte años en Chile (Aceituno et al., 2017; Urquiza y Labraña, 2022). El debate al interior de este campo ha supuesto una clara problematización, por una parte, de las potencialidades y límites de la práctica académica y, por otra, de los regímenes de poder y los dispositivos que controlan la frontera entre la universidad y los «campos» de investigación. Más bien, entre la universidad y «eso» que acontece en sus márgenes interiores y exteriores: salas y pasillos de la universidad, barrios, instituciones, grupos humanos y no-humanos. «Eso» que toma la forma de una inquietud que está, acontece y persiste en las grietas y fragilidades de toda investidura académica produciendo un interregno donde históricamente se disputan tres operaciones epistémicas: la jerarquización, la integración o la implicación entre la teoría-y-la-práctica. En otras palabras, donde la imaginación metodológica (Reguillo, 2023) se bate entre la reificación de las jerarquías epistemológicas tradicionales o la intensificación de una inmanente e inminente mezcla, alianza e indistinción entre conocimiento universitario y procesos de saber no-académicos. Procesos exploratorios e inventivos de saberes que se desarrollan en las fronteras del «método científico» y al amparo de lo que históricamente fue considerado un «anecdotario salvaje» por otorgar prioridad, «validez» y «valor-verdad» a: (1) las inquietudes subjetivas, afectivas y deseantes de los grupos sociales; (2) a las definiciones locales, pragmáticas y ambivalentes de los conceptos, y (3) a la dimensión vital y cotidiana de los problemas de investigación.

Dicho impasse tiene un antecedente genealógico en el debate epistémico y político entre positivismo, pragmatismo y fenomenología, que a su vez, produce una constelación de prácticas de saber con una fecundidad sin precedentes en el campo de la antropología, la sociología práctica del servicio social (que deviene trabajo social al amparo del marxismo), la educación y la psicología (Goldenberg, 1997). Cartografía de interrogantes que marca la segunda mitad del siglo XX tensando los principios a partir de los cuales la vida humana había tendido a ser distinguida y jerarquizada de la no-humana en un debate, aún vigente, por el concepto de naturaleza. Binarismo y exclusión que tendrá continuidad en todas las brechas sobre las que se erige la sociedad occidental: lo masculino sobre lo femenino, lo humano sobre lo animal, la cultura sobre la naturaleza, la razón e inteligencia sobre las pasiones y afectos. Proceso que tiene resonancias históricas en las diversas mesetas del último siglo: los procesos de descolonización, las revoluciones sociales y epistémicas, los feminismos, los ecologismos y las cibernéticas altermundistas. 

Siguiendo a Suely Rolnik (2023), hablamos de una matriz antropofaloegocéntrica a la que agregamos el componente generacional adultocéntrico, la cual ha justificado la brecha entre la universidad y «eso-fuera-de-ella». Pero, sobre todo, ha cumplido la tarea de custodiar, higienizar y capturar con una técnica aséptica los modos de construcción y comprensión de los vínculos posibles entre ellos, o sea la dimensión cualitativa del vínculo o rapport. O sea, que los procesos de problematización dejen de ser fecundados por «problemas comunes» y, por lo tanto, de estar vivos, para convertirse en nichos «de expertos» o en campos de «extracción» de saberes y conocimientos, o sea que pasen a estar muertos. Siguiendo a Amador Fernández-Savater (2020), acto de delegación a «especialistas de la cosa pública» que opera como disuasión y renuncia de la capacidad colectiva de atender y transformar o no situaciones que nos comprometen con problemas. Parafraseando al educador popular Carlos Hildago del Centro Cultural Ocupando Espacios de Estación Central, en el diálogo con Suely Rolnik «Re-trazar las instituciones» (Vitrina Dystópica, 2022): procesos de devastación epistémicos que hacen de los territorios y los diversos mundos que les habitan monocultivos de saberes y experiencias. 

Plantear un posicionamiento crítico a esta transferencia epistemológica que convierte la sensibilidad de la práctica de investigación en napas desérticas nos exige también desistir de la restitución de cualquier forma de «esencialismo», «purismo» o «buensalvajismo», tan propio de algunas improntas epistemológicas «des» (Castro, 2018), para intensificar el deseo de desobediencia epistémica (Cottet, 2017). Explorar las micorrizas que mantienen la universidad ligada a los territorios pese a la función colonial, las exclusiones de origen y los disciplinamientos institucionales, permite historizar y situar la producción de saberes en un proceso intergeneracional de lucha por justicia y dignidad (Arriagada, 2017; Franco, 2020). Un posicionamiento que al tener como brújula ética la ancestralidad de las alianzas busca reparar en las sensibilidades de los saberes universitarios y lo que pueden atender de los biomas que curten los territorios (Bispo dos Santos et al., 2022) como estrategia vital para afrontar el colapso civilizatorio de lo social occidental. Tal estado de desorientación y cansancio exige entrenar la imaginación metodológica del saber científico ante el secuestro totalitario del porvenir y su otoño civilizatorio (Reguillo, 2023), así como activar prácticas de saber con capacidad empírica para alojar materias de interés y preocupación públicas que decanten en otras temporalidades y ritmicidades ante la aceleración del mercado científico (Stengers, 2019). 

«Trabajar en los entres»: In(ter)venciones

In(ter)venciones es un concepto heurístico que tiene como objetivo poner en el centro gravitatorio de la reflexión epistémica sobre intervención social la dimensión vital que sostiene los procesos de problematización y sistematización teórico-metodológicas. Como señala Guattari (Lichtenberg, 2022), el factor existencial con que instancias individuales, colectivas e institucionales trabajan implicadas en el desenvolvimiento de medios de expresión y procesos de subjetivación con capacidad efectiva de catalizar tramas y conflictos por la dignidad de las formas de vida. En ese sentido, buscaremos conocer y compartir prácticas sociales, las cuales entendemos como una complejidad procesual que reúne estrategias, técnicas y temporalidades. A su vez, implican o integran teoría y práctica en la elaboración de conocimientos y saberes dispuestos para el cuidado, la intensificación y la multiplicación de formas de vida históricamente expuestas al colonialismo, al extractivismo, la devastación y la acumulación poscolonial del neoliberalismo. 

In(ter)venciones busca poner un énfasis concreto, empírico, técnico y especulativo en los «entres», donde los binomios y dualismos desisten de roles identitarios e inscripciones dialécticas entre profesionales y «no-profesionales» para dar paso a intercambios antropofágicos activos y robos mutuos (Rolnik, 2023; Colectivo Juguetes Perdidos, 2016). De algún modo, poner atención donde les implicades en una práctica de pensamiento-investigación-intervención, de in(ter)vención, se desafían a producir anomalías, aberrancias, frankensteins y/o cyborgs con capacidad efectiva y afectiva de tornar las inquietudes sociales un lugar de reunión e imaginación colectiva en torno a una pregunta viva por la dignidad. Modalidades de la amistad, de la reunión, de la complicidad, donde la radicalización de la pregunta por «nuevos conocimientos para nuevos mundos posibles» expresa una clara, inevitable y alegre confrontación con los procesos de acumulación, genocidios poscoloniales y extractivismos. Procesos de los cuales surgen y a los cuales han estado y están irremediablemente conectados: devastación de la tierra, acumulación de los saberes, extractivismos anímicos, de la imaginación y la curiosidad.

En este contexto es que In(ter)venciones se posiciona como una plataforma de divulgación y problematización de prácticas sociales que indagan, experimentan e inventan nuevos gestos, afectividades, sensibilidades, técnicas y paisajes entre la universidad y los territorios. Como señala Gabi Balcarce, prácticas y cuerpos que exploran una hospitalidad entendida como refugios en movimiento para estar-pensar-cuidar con otrxs (Balcarce, 2023: 54). Procesos inventivos y materialidades: por consiguiente, artefactos estéticos, éticos y políticos que no niegan su procedencia y virtuales diferencias, sino más bien reafirman distancias como desafío para la creación de nuevas cercanías en la tarea de elaborar preguntas, técnicas, estrategias y cobijos (Cocchiaro et al., 2022; Peña y Azócar, 2023). Podríamos decir «extrañezas cuidadosas» que acercan actores y actantes en un territorio social interventivo-intervenido cada vez más latente por: (1) la impronta policial de lo social, las humanidades y las ciencias sociales (Azócar y Carreño, 2022); (2) la indiscernible frontera bélica y ecológica entre conocimiento y destrucción, entre antropoceno, capitaloceno y tecnoceno (Lazzarato, 2022); (3) la impotencia de las relaciones sociales y la acción política (Virno, 2021); (4) la implosión de lo social en un conjunto de violencias silenciosas y difusas en los hogares, los territorios y las instituciones (Bartollota y Gago, 2023; 2023a), y (5) la hostilidad general de los nuevos «odios» (Giorgi y Kiffer, 2020).

La plataforma In(ter)venciones interrogará la polarización con que se busca reducir el debate sobre la práctica de intervención en el contexto del mercado del control social a «buenos» contra «malos» y, más bien, explora las potencias inventivas de las cuales surgen las técnicas, estrategias, métodos y procesos con las que una intervención-investigativa se historiza, se contextualiza y se singulariza de forma activa en sus respectivas atmósferas afectivas (Anderson, 2009; Azócar, 2019). In(ter)venciones, en ese sentido, afirma la opacidad, la impureza, el pragmatismo vitalista, la negociación permanente entre quienes se hacen cómplices de programar y desprogramar, ya sean «orientaciones técnicas» o teleologías ideológicas como condición primaria para el desarrollo de las prácticas sociales en los territorios. Reafirma que los saberes universitarios, al no ser neutrales de origen; tampoco son siempre operadores de opresión, por lo cual, en muchos casos, suponen recuperaciones puestas a funcionar en dimensiones irónicas, fugitivas y vitales, afines a las a inquietudes, deseos e inventivas de quienes en elles se reúnen (Harney y Moten, 2013). 

In(ter)venciones supone un desafío y una exigencia estética-ética-política-epistémica (Bernardes, 2012; Nardi, et al., 2023). El desafío de afirmar de manera indeclinable las condiciones históricas que han producido los discursos, los saberes, los conocimientos y las técnicas propias de la intervención social. Así como la exigencia de rastrear, conocer y difundir las declinaciones y devenires con que las prácticas de intervención han excedido sus propias condiciones e improntas epistémicas. Excedencias en las que nos batimos la posibilidad concreta de inventar nuevos porvenires y segundos alientos en la tarea de persistir en la pregunta por la justicia, la dignidad, la imaginación y la curiosidad (Haraway, 2019; Stengers, 2019). 

De la crisis de lo social a su implosión

La pandemia fue un catalizador de procesos que expuso las férreas y complejas interdependencias y continuidades entre sociedad, naturaleza, cultura y técnica. Campos históricamente delimitados entre sí por la repartición ilustrada de las facultades del conocimiento que demostraron una extrema fragilidad a los traspasos y contagios inter-especie que desató el virus y la pandemia. Ensambles que, según Bruno Latour, y siguiendo la sociología monadológica de Gabriel Tarde (Latour, 2001), ya anunciaban a finales del siglo XIX el fin de cualquier teoría de lo social que redujera su validez epistémica eminentemente a la acción humana. Y que, por el contrario, no desencadenara su potencia en el ejercicio de rastrear y comprender las pequeñas asociaciones y procesos de diferenciación que tornan irreductibles la vida humana y no-humana a cualquier síntesis antropocéntrica de lo social. O sea, a una noción de «lo social» que esté basada en la preeminencia del bloque individuo-sociedad sobre la impronta diferenciadora y múltiple de la naturaleza. 

Históricamente, las epistemologías de la modernidad han instalado una separación entre el ser humano y la naturaleza. Separación que está a la base del nacimiento de las ciencias modernas en general, y de las ciencias sociales en particular (Tilly, 1991; Wallerstein, 1991). El binomio ser humano-naturaleza será fundamental para sostener la noción universal de «lo social» que está a la base de aquello que se ha nombrado como «intervención social». Binomio fuertemente cuestionado en el último tiempo a partir de diversas líneas. Una de ellas es la noción de antropoceno que el Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno (AWG-Anthropocene Working Group) ha definido como «una nueva era geológica» (Cearreta, 2016) y que, más allá de una discusión delimitada a las ciencias de la tierra, reconoce que nuestra época podría caracterizarse por tener como condición el impacto irremediable del ser humano en el planeta. Para la comunidad geológica, si bien el ser humano ha dejado huellas identificables desde antes del inicio del Holoceno, el uso de las bombas nucleares usadas en la Segunda Guerra Mundial serían un punto de inflexión de este impacto, quedando sus sedimentos marcados en los estratos terrestres (Cearreta, 2016). Este hecho dispondrá la fuerza humana como un factor que determina y moldea al planeta, tanto o más como la fuerza de los terremotos o volcanes. 

En términos conceptuales, la consideración del antropoceno como una era geológica tendrá dos implicancias. En primer lugar, un reconocimiento de las limitaciones y parcialidad de la dicotomía ser humano-naturaleza; y en segundo lugar, la verificación empírica del colapso del mito moderno occidental que pretendía mantenerlos separados y jerarquizados. De forma complementaria, la emergencia del concepto «antropoceno» adquiere una segunda definición que funciona como un relato de emergencia frente a la crisis global socioambiental gatillada por los cambios provocados en el planeta producto de la acción humana (Cearreta, 2016; Steffen et al. 2015; Crutzen, 2006). Cambios interconectados y múltiples que incluyen: aceleración en las tasas de erosión y sedimentación, perturbaciones químicas de los ciclos de carbono, nitrógeno, fósforo y otros elementos; el inicio de cambios significativos en el clima global y a nivel del mar, así como cambios bióticos tales como niveles desconocidos de especies invasoras a lo largo del planeta (Cearreta, 2016).

Desde esta segunda perspectiva, el antropoceno se constituye como un relato de crisis, como una narración, que pone en el centro los problemas originados por la acción humana sobre la Tierra. De todos estos cambios, probablemente sea el del cambio climático el que más se ha tematizado antes de la pandemia. No obstante, será con el acontecimiento sanitario que las ciencias sociales y la teoría crítica logran consolidar algunas inflexiones analíticas que relevan nuevas complejidades al antropoceno, logrando ampliar los límites de comprensión meramente ambiental de la crisis, enfatizando en sus factores económico-políticos, así como también tecnológicos. Por ejemplo, como planteará Moore (2017), el concepto «antropoceno» generalizaría en la especie humana los resultados del interés de un grupo social específico tanto como de un sistema de producción basado en la acumulación y ganancias. O, por ejemplo, como lo realizara Flavia Costa en su libro intitulado Tecnoceno (Costa, 2021), dar cuenta de un conjunto de tecnologías complejas que han demostrado una capacidad inédita de intervenir y alterar las formas de vida orgánicas y somáticas con el mundo a partir de su datificación y automatización. 

El debate abierto sobre el marcador humano en la devastación de las formas de vida en el planeta dispone el concepto «intervención» como otro indicador concreto de una noción de lo social asociado directamente al colapso civilizatorio. Como busca proponer el teórico italiano Mauricio Lazzarato en su debate con Bruno Latour, la devastación resultante de la «intervención» humana en los ciclos del planeta no puede alcanzar una comprensión auspiciosa si es que la dimensión ecológica del problema no visualiza la inscripción que tiene dentro de un plan económico basado en los principios de una economía de guerra. Parafraseando al economista John Keynes, Lazzarato recordará que no hay otra dimensión social que no sea la del capitalismo y que ha requerido para llevar adelante su programa económico un régimen bélico en el que «se lleven todas las fuerzas productivas al límite de sus posibilidades» (Lazzarato, 2022: s.p.). Donde la «intervención social» como expresión concreta del marcador civilizatorio moderno no podría desmarcarse de la función que cumple el «trabajo» y el «consumo» en el proceso de acumulación en curso: ser fuerzas productivas que se tornan indiscernibles en sus efectos y objetivos de lo que podrían producir fuerzas destructivas. 

Pese a que el filósofo italiano no refiere en específico a la «intervención social», es ineludible la correlación epistémica que podemos hacer entre la práctica de intervención y la función eminentemente normalizante que ha cumplido en el ámbito de lo social. Una práctica que, siguiendo a Lazzarato (2022), estará ligada a contextos de emergencia y excepcionalidad social dentro del régimen gubernamental contemporáneo del Estado-capital, lo cual impide presuponer algún tipo de ontología de las prácticas creativas o productivas sin antes de hacer un riguroso ejercicio de reflexividad de las modalidades contemporáneas de la acción política. En otras palabras, sin una epojé o «puesta entre paréntesis» de aquello que la intervención puede o no complejizar y problematizar del marco de posibilidades en que está circunscrita. En otras palabras, como podríamos decir con Judith Butler (2010), de la capacidad de problematización ético-política que la intervención logre hacer del marco de guerra en que está inscrita. O sea, del régimen de saturación discursiva y distribución desigual de las precariedades en que la práctica de intervención organiza su campo de posibles en un territorio dado.

A diferencia de la teorización posmoderna chilena sobre la intervención, que a partir de un conjunto de ejercicios acrobáticos con la teoría busca plantear una suerte de relación activa, más bien optimista, entre creatividad y devastación (Moscoso et al., 2022), hablamos de un marco de guerra o de un régimen bélico que, en el campo de las operaciones de la devastación y la catástrofe neoliberal —situada en el contexto poscolonial de violencias interseccionales, precariedades diferenciales, abandonos organizados y extractivismos complejos—no solo nomina y evalúa la destrucción del planeta y sus formas de vida en términos geológicos, económico-políticos y/o tecnológicos, sino también gestiona, otorga y distribuye valor-capital a los impactos afectivos y subjetivos de la miseria en la vida cotidiana. 

Una de las investigaciones más sensibles sobre «lo social» en el contexto planetario de devastación, territorialmente diferenciado evidentemente, es la que han hecho Leandro Bartolotta, Ignacio Gago (2023) y Ignacio Sarrais (2023), del Colectivo Juguetes Perdidos, a través de los procesos de cartografía barrial en el conurbano de Buenos Aires. Precariedad totalitaria y terror anímico serán dos conceptos que surgen a ras de un proceso de implicación con jóvenes en barrios y que les permiten nombrar un proceso de mutación de la sensibilidad en los barrios periféricos al alero de los ajustes financieros. Ajustes económicos que baten la economía nacional argentina en un conjunto de prácticas de «agite», «aguante» y «rescate» a escala capilar, siendo los cuerpos abatidos por el cansancio, pero hipermovilizados por el miedo a que «te lleven puesto» (Colectivo Juguetes Perdidos, 2017: 18) los que se juegan cotidianamente la intensificación de sus existencias. Es la última frontera de una crisis social construida sobre la regularidad de un estado permanente de lucha entre incertidumbre, fragilidad y persistencia. Como señalarán en su último libro publicado, un cansancio y fragilidad que no derivan en anomia social, victimismo y déficit, sino en un estado de movimiento, inquietud e intranquilidad. No obstante, un estado de reverberación que mantiene el límite de los cuerpos ajustados a una condición implosionada de lo social, por lo tanto, a una tarea aún por realizar de investigación, escucha y registro de nuevos indicadores del drama popular: 

La tarea de una sociología política de la implosión es la de legitimar, testificar, darle existencia y dignidad a los «silenciosos» dramas populares. Prestar atención a los diferentes niveles de sufrimiento social, algunos más visibles que otros. Y a todo lo que pueden engendrar. Una teoría de la implosión es también una superficie conceptual posible para revelar e inscribir dramas sociales, como si de un proceso químico se tratase; darles entidad, tiempo, ver las formas y colores que van adquiriendo, las tonalidades que se imponen. (Bartolotta y Gago, 2023: 19)

Entrenar la «perso»: Elongar la imaginación y propiciar otras temporalidades 

In(ter)venciones como dispositivo de problematización, asociación e intensificación de prácticas sociales de intervención implicadas surge a partir de una bitácora de viaje por las trayectorias que tienen que vivir las personas dedicadas a la ejecución, diseño, sistematización e investigación de procesos de intervención (Roa, 2019; Azócar, 2019; Cocchiaro et al., 2022). Experiencia que se desarrolla siempre en las lindes entre la labor profesional, la autoformación, la militancia, el activismo y la investigación, la mayoría de las veces sin financiamiento o en condiciones de precarización organizada (Azócar y Carreño, 2022). Práctica intermedia entre la vinculación territorial, la práctica salarial, las redes asociativas y, en el contexto latinoamericano, entre la precariedad laboral, el ongeismo y un régimen profundo de ejecución externalizada de las políticas públicas dedicadas a lo social basadas en una semántica despolitizada y corporativa de «colaboración» con la sociedad civil. Como busca afirmar el propio concepto in(ter)venciones, una práctica inventiva y, por consiguiente, colectiva, sujeta a un marco de guerra tendiente a subsumir lo común de los procesos creativos a un régimen bélico y precarizante del intelecto y la cooperación general: el colapso o la implosión de lo social.

De acuerdo con nuestra reflexión, In(ter)venciones se posiciona como una heurística de la intervención social implicada en un contexto planetario donde intersectan dos fenómenos complejos: (1) la implosión de lo moderna e históricamente conocido como «lo social» y (2) un régimen de impotencia general de las instituciones, comprendidas estas como aquellas redes de cooperación e intelecto general que pueden tornar posible una interrogante colectiva y pública por lo común (Virno, 2021). De acuerdo con una reciente cooperación que hicimos con el colectivo de investigación política Vitrina Dystópica, luego de una cartografía de ocho años entre organizaciones y colectivos en Chile (Azócar y Sir, 2023), referimos a una «infraestructura libidinal de saqueo y rendición» para caracterizar el funcionamiento de un extractivismo anímico que dispone como objeto de expoliación: (1) las simbiosis entre saberes intergeneracionales como ecos de la ancestralidad territorial; (2) la imaginación como facultad de conocimiento y como potencia de futuridad común, y (3) la sensibilidad y atención rítmica a las temporalidades diferenciales que convergen en los procesos de construcción y gestión colectivos. En otras palabras, (1) no sabemos nada sobre lo que saben e hicieron nuestros antecesores; (2) la sola idea de darle futuro a una propuesta y continuidad amenaza nuestra subsistencia presente, y (3) demorar y atender las temporalidades de los procesos de construcción colectivos se torna intolerable. 

Un diagnóstico compartido que permite a In(ter)venciones pensar en una plataforma que logre en la dimensión de la intervención social implicada: (1) sostener e intensificar el valor colectivo que otorgan quienes producen, inventan, ejecutan y erran a sus respectivos procesos, dotándolos de condiciones para que puedan plantear y compartir lo aprendido; (2) conectar en medio de la oscuridad los trayectos, planes, rutas y bitácoras de viaje, para ampliar posibilidades de rumbo a quienes buscan zarpar procesos y acompañar aquellos que deriven marchas en sentidos imprevistos; (3) disponer de un conjunto de piezas, técnicas, objetos y estrategias que puedan ser compartidos y dispuestos en problemas singulares, dotando de cobijo a las pequeñas comunidades concernidas en los procesos de intervención territorial, y (4) canalizar reflexiones y sistematizaciones entre territorialidades implicadas en procesos de intervención, cumpliendo la función de irrigar, oxigenar, transportar y nutrir procesos de teorización, conceptualización e imaginación desde la práctica. 

Considerando el contexto chileno, In(ter)venciones busca problematizar cierta pereza teórica deconstructiva que objetiva la intervención como lugar «sobre» el cual preguntarse la posibilidad de «hacer filosofía». Este axioma, eminentemente masculino, sigue sosteniendo la ratio fálica como potencia de inspiración sobre una matriz práctica que no aparece en escena hasta que logra constituirse como tal en tanto se filosofa «sobre la intervención». O sea, como comentario sobre lo que otrxs hacen. En la hipótesis de hacer filosofía sobre y no en la intervención, encontramos un fenómeno concreto donde se refleja la reproducción histórica de la feminización de la «intervención» ante la teoría. La hipótesis de la feminización de lo social indica que el servicio social, la práctica de intervención, y todo lo que de ello derive, siempre tiene que ser autorizado desde fuera de ella (Lorente-Molina&Luxardo, 2018). Frente a esta práctica del mercado académico del «pensamiento», consideramos fundamental establecer mecanismos colectivos que, en la línea de las sociedades sin Estado de Clastres (1978), puedan conjurar o impedir la homogeneización y estandarización valorativa de las experiencias, técnicas y objetos producidos en la experiencia de intervención. O sea, su mera puesta en común impida que los procesos vivos, materiales, situados y diferenciales producidos por les concernides en la in(ter)vención sean convertidos en “equipamientos gubernamentales” dóciles a las operaciones de precarización de “lo social”. Siguiendo a Felix Guattari (2015), procesos heterogenéticos que sitúen y exploren la singularidad ontológica de cada materialidad compartida. Por lo tanto, las interrogantes, los contextos, las fuerzas, las fragilidades, las territorialidades que las producen, o sea, que las dotan de vitalidad y, junto con ella, de consistencia y existencia en sus respectivos territorios. 

Nos gustaría volver a escuchar con In(ter)venciones, así como alguna vez escuchamos decir a les niñes con quienes construimos un proyecto educativo de reinserción en un territorio de Santiago de Chile, que aquello que más habían aprendido y valorado del espacio era «entrenar la perso». De algún modo, escuchar, atender, acompañar, pensar y sostener las vulnerabilidades, fragilizaciones, incertidumbres y deseos que habitan las experiencias de quienes hacen intervención implicada dentro de un comprometido ambiente de cooperación. Habilitar el espacio para colectivizar reflexiones y experimentos en torno a ¿cómo entrenar la curiosidad y elongar la imaginación para habilitar preguntas incómodas a las subjetividades cansadas de la hiperrealidad diaria? ¿Cómo hacerlo si, incluso, para insistir en la tarea ya no tengo ánimo ni corazón? ¿Cómo podemos sostener las preguntas, las paradojas, las angustias, de toda insistencia interventiva y derivar de ella otras posibilidades? 

Conclusiones

In(ter)venciones se propone como un concepto heurístico y como una plataforma de cooperación para trabajar la reflexión teórico-metodológica, ética, política y estética de diversas prácticas sociales de intervención implicada en el sur global. Asociada al proyecto de Cooperación de Universidades do Sul Global y a la Cooperativa de Saberes Autónomos Espacio .tierra, In(ter)venciones propone un posicionamiento epistemopolítico, por lo tanto, que piensa el ejercicio de investigación ensamblado al de intervención dispuesto en la elaboración de un «pensar fronterizo» y de un «trabajo en los entres» sostenido en la intensificación de los procesos vitales y existenciales de los territorios (Azócar, 2018)

Por un lado, <<pensar fronterizo>> en tanto el desafío supone habilitar pasajes, preguntas y dispositivos que problematicen el vínculo efectivo y afectivo entre el saber universitario y los saberes territoriales. En cuanto tal, el <<pensar fronterizo>> de la intervención supone enfatizar en los empalmes entre el saber científico y ese conjunto de prácticas de saber que la habitan e inquietan en sus distintos «afueras» interiores: pasillos, salas de clase, prácticas profesionales, barrios y vecindades. Por otro, trabajar en los «entres» supone para in(ter)venciones problematizar la dimensión cualitativa y la consistencia del vínculo entre saberes universitarios y prácticas sociales de intervención. Una práctica de antropofagias activas y robos mutuos entre el saber universitario y los saberes territoriales que disponen su prioridad e interés en la reapropiación colectiva de la atención, la problematización y la dignidad de los procesos colectivos. 

A modo de heurística y artefacto, In(ter)venciones se sitúa en un contexto de colapso e implosión de las categorías modernas y tradicionales de lo social. Momento que exige una genealogía de la crisis de lo social en el marco del desarrollo del capitalismo contemporáneo. Principalmente en un contexto planetario de catástrofe que articula las teorías del antropoceno, con las inflexiones del capitaloceno y el tecnoceno, en una pregunta por cómo la «intervención social» puede desafiar la indistinción entre inventar y destruir en el contexto del mercado del control social y la precariedad. En esa línea, el desafío de la in(ter)venciones supone una epojé o una «puesta entre paréntesis» permanente de la función normativa de la intervención, basada en una inflexión ético-política, estética y técnica de la función inventiva que propicia y amplía la plataforma. Proceso de indagación y reflexión que aborda con rigor el desafío de estudiar las mutaciones de lo social, en el contexto de lo que Bartolotta y Gago denominan “implosión de lo social”. 

Por último, «entrenar la perso» retoma una expresión de niñes participantes en un proceso de intervención realizado por los autores para elaborar dos dimensiones de una práctica de intervención e investigación en el contexto actual de implosión de lo social: la clausura de la imaginación colectiva y el peso de las temporalidades. Ambas fragilidades que organizan el sentido de una práctica de intervención que integra un principio curatorial asociado a un ejercicio clínico-investigativo de recomposición y acompañamiento de los procesos territoriales. 

In(ter)venciones supone un proceso en curso que busca posicionar una heurística de lo social para tiempos de incertidumbre, violencias, parálisis e impotencia de las relaciones cooperativas e institucionales a nivel global. 

Bibliografía

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